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Influencia de las emociones en la fertilidad

Si estás intentando tener un hijo de forma natural o por medio de un tratamiento de reproducción asistida, y te está costando más de lo que esperabas te recomendamos que tengas en cuenta lo siguiente:

  1. Altos niveles de estrés y ansiedad pueden hacer que tus posibilidades de  concepción se reduzcan.
  2. Cuando una persona no logra cumplir el sueño de ser padre o madre, se producen secuelas psicológicas.
  3. La ayuda psicológica puede ser clave si estás atravesando esta difícil situación.

La infertilidad a la orden del día

En España, hoy en día, alrededor del 17% de las parejas en edad de tener hijos (aproximadamente unas 800.000) tienen dificultades para ser padres. Los hábitos de vida, el sobrepeso, la  contaminación ambiental o diversas patologías, tanto físicas como mentales, son algunos de los factores que contribuyen al aumento de la tasa de infertilidad en nuestro país en la última década.

Según la Organización Mundial de la Salud, la infertilidad se define como un trastorno reproductivo que impide conseguir el embarazo después de 12 meses o más teniendo relaciones sexuales sin medidas anticonceptivas (WHO, 2002). 

Las alteraciones de fertilidad se han constituido como uno de los problemas más importantes de  la salud reproductiva, especialmente en países desarrollados (Pérez-Millán, 2011), debido al  retraso voluntario de la maternidad y la paternidad. Esto implica que haya un aumento de las alteraciones reproductivas que se traducen en una disminución progresiva de la reserva folicular y de la calidad de los ovocitos (Bruna, Sánchez de Rivera y Collado, 2011).

¿Cómo influye el estrés crónico en nuestro sistema reproductor?

El estrés crónico que muchas personas y parejas sufren, sea tras un diagnóstico de infertilidad o por el propio ritmo de vida que llevamos, conlleva una serie de manifestaciones orgánicas: 

  • El estrés continuo afecta al funcionamiento del hipotálamo (glándula del cerebro que regula el  apetito, las emociones y las hormonas que envían la señal a los ovarios para que liberen óvulos).  Si la mujer está muy estresada puede que ovule más tarde durante su ciclo reproductivo, o que ni  siquiera llegue a ovular. 
  • También disminuye su líbido (interés por mantener relaciones sexuales) y, por tanto, también lo  hará la probabilidad de que se quede embarazada. 
  • Las alteraciones en la secreción de gonadotropinas y catecolaminas producen efectos negativos  para la implantación del embrión en el útero (como son las contracciones uterinas) y en las  trompas de falopio (posibles obstrucciones). 
  • Altos niveles de cortisol (la llamada “hormona del estrés”) provocan dificultades para ovular o  producen ciclos muy irregulares y, por lo tanto, se presentan dificultades para concebir.
  • Además, para que se produzca la implantación, es necesario tener un buen nivel de estrógenos  y progesterona. Ante un déficit de estas, no se logra finalizar el proceso y el embarazo no se va a  producir aunque el óvulo haya sido fecundado. 
  • Si una mujer intenta quedarse embarazada y está estresada, su flujo cervical puede enviar una  señal de aviso de que algo no va bien. En lugar de sentir un incremento de flujo a medida que se  acerca el momento de ovulación, puede sentir días de flujo intenso combinados con días  totalmente secos. Es como si el cuerpo intentara ovular pero el estrés lo retrasara de forma  continua. 
  • En muchas ocasiones y en respuesta al estrés, comemos en exceso lo que incrementa el número  de células de grasa y perturba el equilibrio hormonal, lo que tanto afecta también a la fertilidad. – El estrés también afecta negativamente al volumen y a la calidad de los espermatozoides. Se ha  demostrado menor volumen de semen, de concentración de espermatozoides y disfunción eréctil  en grupos de hombres con estrés crónico.

Un problema añadido a esta situación es que, a menudo, incluso negamos padecer de estrés o no  logramos identificar las situaciones que nos causan estrés. 

De cualquier forma, el estrés no afecta a todas las personas de la misma forma a nivel  reproductivo.

El problema de la fertilidad, ¿es solamente un trastorno físico?

La respuesta es NO, ya que en muchos casos deviene en un problema de salud mental al no ser  capaz, después del tratamiento de fertilidad, de llegar a concebir, principalmente en el caso de las  mujeres e incluso si se han tenido hijos previos. Parece ser que el factor más influyente en el  deterioro de la salud mental, tras pasar por una experiencia de este tipo, no es haber conseguido  o no ser padres, sino mantener el deseo de la maternidad tras el fracaso de los tratamientos. 

Un diagnóstico de infertilidad implica un desajuste emocional en la pareja, aunque cada miembro  lo vivirá de forma diferente; en algunos casos implica un largo y costoso camino a nivel emocional,  psicológico y económico (si se tiene que acudir a un tratamiento de reproducción asistida). 

La inviabilidad para reproducirse naturalmente puede causar sentimientos de vergüenza, culpa,  miedo y baja autoestima, que pueden evolucionar hacia grados variables de depresión, ansiedad,  angustia y peor calidad de vida. 

Además, los tratamientos de fertilidad se asocian con mayores niveles de malestar psicológico.  Las personas que se someten a tratamientos de reproducción asistida incluso corren el riesgo de  experimentar mayor número de trastornos psiquiátricos, por lo que es importante reconocer a los  más susceptibles y ayudarles a hacer frente al diagnóstico y tratamiento de la infertilidad.

¿Hay solución?

Frederiksen et al. (2015), en un trabajo en el que revisaban 39 estudios, señalaron que las  intervenciones psicológicas en parejas con problemas de infertilidad eran eficaces (especialmente  la terapia cognitivo-conductual) para reducir los problemas psicológicos, así como para 

incrementar las tasas de embarazo en aquellas pacientes que habían conseguido disminuir sus  niveles de ansiedad. 

Algunos rasgos de personalidad que se consideran protectores del riesgo de sufrir ansiedad o  depresión son: el optimismo, las estrategias de afrontamiento ante el problema, el apoyo social  tanto de la pareja como de la familia, las estrategias de aceptación de la situación y un estilo de  apego seguro (Roctcliff, Lightman, Rhidian, Buchanan, Gordon y Vedhara, 2014). 

Tanto la confrontación activa (buscar información para emprender un camino de solución) como  la atribución de un significado positivo (este tiempo de espera nos permite profundizar en la  relación de pareja y/o mejorar nuestros hábitos de vida) se asocian con una mejor adaptación al  estrés de la infertilidad.

“Cada familia es diferente, y existen infinitas formas de ser feliz”

Por ello la psicología de la reproducción pretende ayudar a que la persona consiga su objetivo con  el menor impacto psicológico posible, disminuyendo su malestar, enseñándole a gestionar las  emociones negativas que puedan surgir a lo largo del proceso, ayudándole a mejorar sus  relaciones sexuales y de pareja, y mejorando la capacidad de adaptación a las diferentes etapas  del tratamiento. También se abordan pautas de comunicación para favorecer el apoyo social,  puesto que en muchas ocasiones no es fácil hablar de ello. 

Como veréis, nuestras emociones influyen en nuestra fertilidad y viceversa. Las buenas noticias  son que, desde la Psicología, podemos ayudaros mucho en el camino.

2 comentarios en “Influencia de las emociones en la fertilidad”

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